
Este tipo de lombriz
intestinal, también conocida como Oxiuro,
mide apenas 1 cm de largo y sus huevos se encuentran ampliamente diseminados en
el ambiente (es el parásito más habitual en humanos). Presentes en suelos y
aguas residuales, el niño los ingiere por contacto con la tierra donde juega
(tras tocar la tierra se lleva las manos a la boca) o por inhalación de partículas
de polvo que los portan. El contagio también se produce a través de alimentos
en contacto con aguas residuales, que de no ser adecuadamente desinfectados
antes de su consumo en crudo (verdura para ensaladas) pueden comportarse como
vehículos transmisores.
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Una vez que el huevo del
parásito accede al huésped, comienza un ciclo específicamente diseñado para
producir un fenómeno de reinfestación
que se repite una y otra vez.

La puesta de huevos genera una
reacción inflamatoria que deriva en prurito anal y picor. Cuando el niño se
rasca, el huevo queda adherido a las uñas, que por contacto con la boca, vuelve
a acceder al organismo para repetir el ciclo.
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Pese a lo desagradable del asunto, la oxiurosis no tiene consecuencias graves para el niño y habitualmente desaparece con un tratamiento antihelmíntico en dos fases: una inicial para acabar con el parásito, y otra posterior para acabar con las nuevas crías resultantes de la eclosión de los huevos ya puestos, y sobre los que el medicamento no surte ningún efecto.
Rechinar de dientes y picor en
el ano son sólo dos de los síntomas relacionados con su presencia. Problemas
para dormir, intranquilidad, incontinencia urinaria y en casos más graves: diarrea,
vómitos, dolor abdominal, vulvovaginitis e infecciones de orina, endometrio o
trompas; completan la sintomatología asociada a este intruso, normalmente
detectado tras un análisis de las heces del niño.
Conocido de nuestros mayores,
cansados de decirnos: “No comas tanto
azúcar o te saldrán lombrices” (supone una importante fuente energética del
parásito, pero nada tiene que ver con su presencia), el oxiuro se postula junto
con el Ascaris Lumbricoide (mayor en
tamaño pero mucho menos frecuente) como un parásito habitual en niños de todo
el mundo y en adultos de países en vías de desarrollo (aguas contaminadas).
Prevenir el fenómeno de
reinfestación pasa por el cuidado y la higiene corporal
- Lavado frecuente de manos
- Uñas cortadas
- Ropa interior limpia y con cierre hermético (en niños menores portadores) para evitar el contacto fecal-oral
- Lavado de ropa interior y sábanas con agua caliente (no sacudir para evitar la diseminación de los huevos)
- Tratamiento médico para toda la familia en caso de detectar el parásito en el menor.
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